lunes, julio 09, 2007

Celebrations

Yo siempre he odiado las bodas. Esas celebraciones multitudinarias a las que, la mayoría de las veces, tienes que ir por compromiso porque el que se casa es un compañero de trabajo (con el que no tienes mucho trato), un amigo de la infancia (que no has vuelto a ver desde la idem) o la hija de la vecina de abajo (¿no era una niña hace nada?). Ahora, es verdad, que yo con mi fama de borde lo he tenido fácil: digo que no y san se acabó. Además ni siquiera hay que inventarse una excusa, la mayoría de la gente no tiene tanto valor como para preguntarle a una ¿porqué?. Pero desde hace ya algunos años hasta me hace ilusión.

Se me ocurren dos cosas por los que me puede estar pasando este fenómeno. La primera es debido a la escasez de mis juergas, la segunda es porque los que se casan son amigos, amigos y claro sus amigos, son mis amigos también. En resumen es la misma razón: las perspectivas son de pasarlo bien con los amigos.

Me han invitado a una boda. La boda de una amiga, ya talludita ¡bien! En Granada ¡mejor! En enero ¡medio .... regular!¡Hará un frío del carajo y nunca tengo un abrigo apropiado para estos eventos!

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