miércoles, abril 02, 2008

40 minutos

Yo tardo 40 minutos en llegar al trabajo. 40 minutos para leer, para pensar y para observar. Normalmente leo y no pienso, ni tampoco observo, pero a veces no leo y sólo pienso. Esos días son malos días. ¿En qué pienso? Pues en lo que tengo por delante las siguientes siete horas y... me deprimo.

Supongo que a la gran mayoría de la gente que habita en este nuestro primer mundo le pasa lo mismo: no le interesa lo que hace. A mí no, desde luego, aunque no es esto lo que me da rabia (al fin y al cabo una es una profesional y si se dedica a esto pues lo hace lo mejor que sabe y puede). Lo que realmente me da rabia es haber pasado de hacer un trabajo que me gusta a hacer uno que no me interesa en absoluto, en un suspiro y sin “aparentemente” cambiar de puesto de trabajo.

¿Le pasará lo mismo a este señor de barba que tengo al lado? ¿y a ese chico con mono y maletín de fontanero? ¿y a la chica de las gafas rojas que está leyendo? por cierto, ¿qué leerá que parece tan interesada? no consigo ver el título desde esta posición. Seguro que sí, que a la mayoría de las personas con las que nos cruzamos todos los días piensan lo mismo y así y todo tiran para adelante. Y yo no voy a ser de las raras, al fin y al cabo lo que siempre he querido ser en esta vida es una persona integrada. Así que tocará apechugar con lo que venga.

(Si por un casual eres uno de esos privilegiados que le gusta lo que hace: un favor, ¡no lo pierdas! ni el trabajo, ni la ilusión).

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