Desconocidas

El sábado quedé con unas desconocidas. Era un convocatoria de un grupo de internet en el que me inscribí el otoño pasado. Cuando alguien sugirió hace un temporada que nos podíamos ver no me animé a contestar porque me parecía un poco extraño quedar con gente que no conocía pero al final me animé.

Quedamos en la cafetería del Círculo de Bellas Artes a las 7 de la tarde. Uno de esos sitios de Madrid de toda la vida pero en el que no había estado nunca. La forma de reconocernos: un libro de JA. Llegué la primera, o por lo menos eso pensé yo cuando vi que las mesas estaban ocupadas por parejas (chica-chico, chico-chico), personas mayores o grupos de gente en cuyas mesas no había ningún rastro de libros. Me senté en una mesa mirando hacia la puerta y puse el libro encima. Como unos cinco minutos más tarde entró una chica con un libro en la mano. Así, a distancia, le enseño el mío y ella me enseña el suyo. Era, efectivamente, una de las convocadas. Un poquito más tarde entra otra, que nos localiza enseguida por los libros que habíamos dejado estratégicamente situados sobre la mesa. La cuarta persona llega más tarde, casi una hora después (el tráfico madrileño ya se sabe, ni los sábados perdona).

¿Qué cómo fue? Fue estupendo. ¿De qué hablan cuatro personas que no se conocen y que podrían no tener mucho más en común que un único tema? De todo. Un poquito de aficiones, otro de trabajo, de relaciones familiares, de cine, de vacaciones, mucho, mucho, mucho de libros y de muchas otras cosas. Hablábamos de todo y saltábamos de un tema a otro sin pararnos demasiado en ninguno en concreto. Se nos acababa el tiempo. Total cuatro horas y media sentadas en la misma mesa del mismo café que pasaron demasiado rápidas y me supieron a poquísimo.

Ya cerca de las 12 de la noche nos marchamos cada una por nuestro lado. Hacía una noche estupenda y yo me fui andando. Subí la calle Alcalá, crucé la Plaza Mayor y bajé la calle Toledo.

Gracias chicas. El sábado me reconcilié con el mundo durante un rato.