A veces uno se levanta con el corazón y el estómago un poco encogidos.
La razón: ninguna en concreto: ayer a una amiga y excompañera le negaron lo que era, por justicia, suyo, el libro que estoy leyendo ¡es tan triste!, me gustaría vivir de otro modo, estoy a punto de renunciar a parte de mi vida profesional...
Noticias buenas también las tengo: es viernes, me voy a ver a mis hijas, a algunos compañeros les van a dar lo que es, gracias a mi “humilde” intervención, suyo, es julio y hace bueno...
Pero, no sé por qué, hoy lo bueno no compensa lo malo. Me he levantado con esa sensación de melancolía difícil de describir y ya no me la quito en todo el día. Una sensación de pena que me recorre desde el pecho hasta el estómago y me debilita las piernas. Es uno de esos días en los que no me centro en nada en concreto, pienso en muchas cosas distintas, dispares y sin conexión entre ellas y aparecen, casi todas, no en negro, pero sí en tonos de gris.
Nueva RESEÑA
Hace 4 semanas
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