Debe ser por falta de novedades en mi vida pero ahora me ha entrado la inquietud de hacer cambios en casa. Que tenemos que pintar no hay duda pero sí la necesidad de cambiar los sofás, las alfombras o la mesa de la tele. Como os podéis imaginar, después de diez años y dos hijas, nuevos lo que se dice nuevos no están pero tampoco como para tirarlos.
Así que como el gusanillo de la culpa me sigue funcionando (¡Mierda de educación!) ahora no me queda más remedio que buscar a alguien a quién le venga bien quedarse con 1 sofá, 3 sillones y 1 mesa de la tele para que mis remordimientos de culpa, por derrochar un dinero que podría ahorrar para cuando a mis hijas les tenga que poner aparatos en los dientes o vayan a la universidad, no sean demasiado grandes.
A todo esto, doy gracias al cielo (¡uf, cómo suena!) de que mi propio me siga el juego, más bien me lo fomente, y se ponga conmigo a cambiar los muebles de la sala a las 11 de la noche de un sábado para ver cómo quedan en otra posición.
lunes, diciembre 03, 2007
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2 comentarios:
Ana, me provoca una agradable sonrisa el acordarme de situaciones similares que he pasado no hace mucho, aunque lo mio no eran muebles sino reformas. Claro que en mi caso eran escombros y no sillones lo que tenía que echar, jeje.
Siempre pensamos, que nos dá miedo el realizarlas no sea que luego no tengamos suficiente para cuando vayan a la uni. Porqué no pensar que las vamos a realizar para sentirnos más a gusto, y disfrutar. Vida solo hay una, VÍVELA.
pues os ha quedado estupendo... yo no puedo cambiar de posición nada.. salvo que tire el tabique del vecino. Igual lo dejo.. no sea que no le guste. Besos. L
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