Cuando comienza un nuevo año mucha gente aprovecha para renovar de nuevo sus intenciones para ese año. Dejar de fumar debe ser la que tiene más éxito pero la mía, recurrente, es llevar una agenda. Vamos, apuntar las cosas en una agenda para que no se me olvide nada.
Pero tengo un grave problema. Una agenda al uso, en papel me refiero, no me vale de nada porque en el momento en el que paso la página me olvido de lo que dejo detrás. Lo que no veo, no existe. Ponerme campanillas en el ordenador que saltan descontroladamente cuando estás haciendo algo, me pone de los nervios. Odio las ventanas del Outlook (que además son feas de narices).
Hasta hora lo del trabajo lo gestiono a base de Post-it pegados en la pantalla o encima de la mesa y como los tengo delante de los ojos, pues en un momento u otro, los acabo mirando, lo de mi vida privada a base de alertas en el móvil. ¿Tecnológica, eh?
Pero este año tengo la firme intención de apuntar todo lo que tengo que hacer para que no se me olvide (que como comprenderéis es la misma “firme” intención que el año pasado). Pero este año seguro que lo consigo con una estupenda agenda que tengo gracias a la cesión de mi estupendo y pre-barbudo marido y con mi “ingente” esfuerzo mental.
¡FELICES REYES!
Nueva RESEÑA
Hace 4 semanas
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