Yo soy de las que cree que como en casa no se está en ningún sitio, en esto me parezco a mi madre. Lo pienso sobre todo los días de invierno y aquellos en los que llueve. Me encanta, como a todo el mundo, supongo, sentirme a gusto en un sitio. Me pasa en mi casa y en la de mi madre pero también en algunas ciudades.
En mis diez años de trabajo sin hijas he visitado bastantes ciudades, unas por trabajo y otras de vacaciones pero sólo me siento como casa en tres de ellas. Cada una de ellas relacionadas con tres etapas distintas de mi vida: con mi infancia, Salamanca, con mi juventud, Bilbao y con mi ¿madurez?, Granada.
Yo veraneaba en casa de mis tíos en un pueblo de Salamanca y casi todos los años hacíamos una excursión a Salamanca. Siempre por los mismos sitios. La catedral, la plaza mayor, la rua mayor, el puente romano, ... siempre por las mismas calles y siempre por los mismos rincones y cuando voy, hace ya muchos años que no lo hago, sigo yendo a los mismos sitios, me siento en cualquier terraza y miro a la gente. Mi rincón preferido, el claustro del convento de las Descalzas en primavera. Una delicia para los sentidos.
Bilbao es la ciudad de mi juventud. Hasta que no fui a universidad, Bilbao era para mí LA CIUDAD, caótica y sucia. Únicamente iba, de vez en cuando, con mis hermanos y mi madre a comprar ropa. A partir de ir a la universidad se transformó en el sitio de salir, de quedar, de ir de compras, de ir al cine. Una de las cosas que más disfruto de las vacaciones es un pintxito, un vino y una comida en Bilbao, los paseos y el Guggenheim, claro.
Granada la descubrí después. La primera vez fui por trabajo, el resto de las veces de vacaciones. Nunca me he quedado mucho tiempo pero siempre que vuelvo me parece que está igual. La sensación de conocer la ciudad y la seguridad con la que ando por las calles es estupenda. Otro de mis sitios: el Paseo de los Tristes, de noche y con estrellas.
Fuera de España he estado en sitios espectaculares, ciudades elegantes como París, Viena o Budapest, decadentes como Lisboa, demasiado urbanitas como Moscú, caóticas como El Cairo, tranquilas como Praga,... pero me quedo con Atenas para salir por la noche y comer un plato de Pita en una terraza, para sentarme a tomar un café frappé al lado de la Torre de los Vientos, para caminar por una de sus calles atestadas de coches y encontrar una iglesia ortodoxa en medio del camino, para subirme al tren y escuchar discutir a la gente. Sé que es sucia, llena de coches, con gente por todas partes pero yo me siento en casa.
Nueva RESEÑA
Hace 4 semanas
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