A mis 43 añitos recién cumplidos creo que he pasado por muchas cosas y que, como soy una persona que las espolvorea con unos granos de raciocinio, me sale la entereza no sé muy bien de dónde.
Me cuesta llorar ante las crisis de la vida: enfermedad, divorcios, fallecimientos.
Pero últimamente me descubro agobiada hasta la saciedad por problemas cotidianos. Que se rompa la caldera de casa o tener que ir a hablar con los de la academia de inglés de mi hija se me hace un mundo. Hasta tal punto que me aparece un nudo en el estómago y no duermo bien por la noche.
Me descubro a mí misma repitiéndome en silencio el diálogo que voy a tener con la persona en cuestión. No importa quién sea, la telefonista de Gas Natural o una secretaria.
¿Alguna sugerencia?
2 comentarios:
Hola Ayr, yo te sugiero que no des muchas vueltas a los asuntos pendientes, que por muy bién que llevemos la lección aprendida, después no decimos lo que pensábamos decir.
Por lo menos a mi sucede así.
SAludos.
A mí me pasa igual, y creo que es porque a la primera persona a quien no gustamos es a nosotras mismas. No nos aceptamos como somos y pensamos que los demás tampoco lo van a hacer.
Qué más dá si le caes mal al tío de la academia? Lo importante es la gente que te quiere. Nada más.
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