martes, junio 29, 2010

finales felices ¿sí o no?

El otro día, después de leer uno de mis microrrelatos (que está entre los finalistas del certamen de relatos breves de RENFE), una de mis compañeras comentó que tenía final feliz. El comentario de otra de ellas me dejó perpleja: “Eso es muy americano”, dijo.

¿Es cierto? Nunca lo había visto de ese modo. ¿La felicidad es potestad de los que viven al otro lado del charco? Así que, aquí me tenéis, desde ayer buscando ejemplos de libros y de películas europeos con final feliz. Me paré en el momento en el que recordé la novela “Juntos, nada más” de la francesa Anna Gavalda. Un libro ágil, emotivo, delicioso y con final feliz.

Recuerdo que cuando lo terminé de leer, pensé: “Ese es el libro que quisiera haber escrito yo”.

Ya me contaréis vosotros si tenéis respuesta a la pregunta anterior porque yo no he podido llegar a ninguna conclusión válida. Me gustaría pensar que no, que los europeos no hemos perdido la capacidad de ver el vaso medio lleno y que no nos dejamos arrastrar en todo momento por la cruel realidad. Quiero creer que en realidad sólo es miedo, sí miedo, miedo de que a uno le tachen de ñoño, de simple, de cursi, de débil, de mostrar su cara más amable, en definitiva, de poco profundo, y por eso la preeminencia de -vamos a dejarlo en esto- la falta de optimismo en nuestra literatura y en nuestro cine.

Y yo a esa gente le llamo snobs. Lo prefiero a tristes.

Bueno, pues eso, que es martes.

martes, marzo 30, 2010

Perra vida

No es que me guste contar penas, pero cuando una de ellas se instala en tu hígado, y se empeña en alojarse allí sin pagar alquiler, a veces no queda más remedio que exorcizarla hablando de ella.

El relato es breve: un hombre, más o menos de mi edad y sano en apariencia, tiene un infarto y muere.

No, no os asustéis, no me ha pasado a mí, ni siquiera a un familiar. Le ha sucedido a un conocido al que me encontraba de vez en cuando.

Es una historia más, algo que sucede muchas veces. Una tragedia que a muchas personas les parecerá normal mientras que a mí me atraviesa de delante atrás. No podría contar la cantidad de minutos que me descubro pensando en ellos en estos días. En ella, en su hijo, en su madre, hermanos, familia y hasta compañeros de trabajo. En su futuro, en su pasado, en su día a día. Los veo en su trabajo, en su casa, en el colegio. Imagino su tristes sonrisas y sus ojos llorosos en público, y sus llantos desgarrados en privado.

Y, por un momento, se me parte el alma.

lunes, marzo 01, 2010

Y va de premios

La primera vez que me tocó algo fue en una tómbola. Lo recuerdo perfectamente, yo debía tener unos diez o doce años, y entre mi hermana y yo elegimos..... tachán, tachán.... ¡una batidora! Así como lo oís. La primera batidora que entraba en mi casa. No me acuerdo de la cara de mi madre cuando se la dimos, pero me imagino que se le desharían hasta las ideas de gusto cuando vio a sus dos pipiolas llegar a casa con el electrodoméstico más moderno que pisaba aquella cocina.

Después, ha habido más cosas, pero ninguna digna de mención en estas líneas. (Lo de la lotería de navidad, gordos, ciegos y primitivas varias se resisten de mala manera). Hasta hoy.

Hace nada, una buena amiga, Érika Gael, me acaba de elegir ganadora de un premio: un premio bloggero. Se supone que para merecérmelo tengo que contar siete cosas sobre mi que no he confesado hasta este momento. No entiendo el por qué de esta confesión si el premio, sea como sea, ya lo tengo (jajaja).

1. Odio las cadenas de mensajes, de esos de envíaselos a mil amigos y te caerán cien millones del cielo. Nunca las sigo.

2. Soy una friki de "Orgullo y prejuicio" y de Jane Austen. Lo último que he comprado es una versión del libro en manga ¡en japonés!

3. Dejo todo para el final, sólo hago las cosas cuando ya no queda más remedio. Hasta ahora me ha funcionado, pero la semana pasada se me borró de la memoria que había adquirido un compromiso que no cumplí. ¡Horror de edad!

4. A pesar de mis incipientes canas, me veo exactamente igual a cuando tenía 18 años. ¡Dicen que el espejo no miente!

5. Me gustaría tener una casa que pudiera teletransportar al sitio que yo quisiera en cada momento con sólo un chasquido de los dedos.

6. Me engancho a los culebrones de la tele y paso de las series americanas. No sigo ninguna, algunas ni me suenan de nombre.

7. Me encanta el vino, pero cuando más lo disfruto es con los amigos. Con la comida, prefiero el agua.

Y ahora tengo que elegir 7 blogs para pasar este premio en cadena. Ahí van los míos.

- Jodida y contenta (por esa acidez que tanto envidio y con la que tanto me río)
- Tres cosas hermosas (por la envidia sana que me genera y la alegría de espíritu que me provoca)
- Érika Gael (se la devuelvo. Por deleitarnos con sus palabras)
- Cosas de Nana (por la belleza de lo que crea)
- termitas interminables (por descubrirme que existe vida en otra parte)
- El diario de Luna Moon (por sacar a la luz mi lado más infantil)
Y el otro es compartido: a todos los blog que sigo de todas las autoras: Pilar, Mar, Ángeles, Olivia, Claudia, Patricia, Helena, Teresa, Arlette, Jezz, Megan, Amber y tantas otras, que me fijan al terreno de lo posible. Es por vosotras.

martes, febrero 02, 2010

Yo soy de post-it

Tengo memoria de pez, lo reconozco. Cada vez más. Así que para recordar lo importante me dedico a dejarme notas.

Durante mi vida he ido probando distintos métodos que de alguna manera han acabado fracasando todos ellos.

Hay gente que se cambia el reloj o el anillo de mano, a mí no me sirve de nada. Recuerdo que lo he cambiado por algo y nunca soy capaz de saber porqué.

Me he comprado una agenda, muy mona ella, que he trasladado en el bolso aquí, allá y acullá y se ha quedado virgen con sus hojas más blancas que la nieve.

Me he añadido notas en el calendario de mi teléfono móvil, solo para descubrir, que me acuerdo de ellas cuando suenan, pero las olvido un segundo más tarde.

Así que he resuelto:
  • En el trabajo me pongo post-it en la pantalla.
  • En casa los pongo en la nevera.
  • Y en la calle... en la calle se lo digo a mis hijas y ellas me lo recuerdan.

¡Benditas neuronas!

martes, enero 05, 2010

2010

Ya llegó el 2010 y el 2009 se quedó atrás con todas sus crisis económicas y personales -que a veces no son mejores las unas que las otras.


Todo el mundo, entre los que me incluyo, manda mensajes de esos en los que dice que seguro que este nuevo año será mejor y todos seremos más felices y comeremos perdices y bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.

¿Y para qué? Para que después cada uno sorteemos las cosas que nos caen encima como buenamente podamos.

No hay años malos ni buenos.

Sólo son malos si nosotros dejamos que sean.

Ahora lo único que tengo que hacer es grabarme esta frase a fuego en la frente y repetírmela como una salmodia minuto sí y minuto también.

miércoles, diciembre 09, 2009

Otra vez

Se acabó el año. Otra vez. Y otra vez me pilla sin haber previsto nada. Nada de nada. Ni cenas ni viajes ni Reyes.

Aunque, si tengo que ser sincera, ya no me preocupa. Después de tantos años he llegado a la conclusión de que esto es lo que hay.

Lo confieso: soy un desastre en esto de la organización, aunque a veces lo disimule tanto que parezca lo contrario.

Y hablando de regalos de Reyes...

Este año, después de varios de sequía, tengo algunas cosas para pedir a los Reyes, pero, como no me fío mucho de ellos (hay gente que dice que son los padres y los míos ya no están para dedicarse a estas cosas), por si acaso, he comenzado ya, a adquirir lo que quiero.

(Me acabo de dar cuenta que en esto sí que he sido previsora. Cuando sean mayores, mis hijas me odiarán, sin duda).

¿Y qué me he pedido? Pues esto. http://benippon.com/en/kouman-to-henken-2  fijaros en título en inglés)

Un poco friki, ¿no? Pues sí, pero no es muy caro (aunque te lo traigan de Japón) y te lo dejan en el buzón de casa. Todo son ventajas.

Una sugerencia para vuestros Reyes: Me han dicho que hay un libro de relatos que se llama “El trueno en la memoria” que es imprescindible en cualquier biblioteca personal que se precie.

miércoles, noviembre 11, 2009

Debo ser yo...

Debo ser yo que no sé ser feliz.

No es la primera vez que me pasa que después de una situación divertida, emotiva y cariñosa en vez de sentirme contenta, completa y pletórica, me entra una especie de morriña y me invade la melancolía de lo que pudo haber sido y no fue.

Así me siento ahora.

Llevo dos días dándole vueltas a la cabeza a lo que dije y no debería haber dicho, a lo que no dije y debería haber comentado; y recordado a las personas con las que hablé, con las que no hablé y con las que debería haber hablado más. Me descubro analizando mis gestos, mis sonrisas y mis palabras. Y al final, me siento triste.

Sobre todo por lo que perdimos por el camino.
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