El otro día, en las cuatro horas de carretera camino de Bilbao, me puse a escribir cosas que se me ocurrían para después poder ponerlas en este blog.
Ahora que las vuelvo a mirar me parecen absolutamente cursis y fuera de lugar. Recuerdo que esto mismo me pasaba cuando con 14 años empecé una especie de diario.
La verdad es que me parece que para poder plasmar en un “papel” los sentimientos hay que tener un absoluto control del lenguaje para que no se te vaya la mano. Cosa de lo que, soy consciente, yo carezco en todos los aspectos.
¿Y porqué tanto miedo a que se le vea a una demasiado su aspecto sentimental? Pues, la verdad, no lo sé. Pero creo que ésta ha sido una de las constantes de mi vida. Tal vez para que los demás no se den cuenta de mi fragilidad y no puedan aprovechar esa situación. Por el contrario, en estos casos, saco mi lado irónico, gracioso, cínico, duro o racional y después me arrepiento de no haber sido más cariñosa, más dulce, más real. Las únicas personas con las que permito que se me vaya la mano son mis hijas. Es más fácil. Ellas no reprochan nada. Cogen lo que se les da sin pensar en la ventaja que tienen en ese momento.
Creo que de lo que se trata es de tener el control de la situación en mi mano en cada momento: por eso siempre he procurado no emborracharme nunca, ni liarme con chicos con los que sabía que la situación la acabarían controlando ellos, ni contar a nadie la verdadera naturaleza de mis aficiones, ni ...
Ahora me arrepiento. Antes no me dejaba llevar conscientemente, ahora porque no puedo. Son muchos años pensando las cosas dos veces como para cambiar la costumbre.
Nueva RESEÑA
Hace 3 semanas
1 comentario:
Escribir sobre los sentimientos de uno mismo (incluso sobre los del vecino, a veces) es algo parecido a desnudarse y, en general, nos han educado para ir vestidos.
Publicar un comentario