De vez en cuando, cuando llego al trabajo por la mañana, como una vez a la semana más o menos, me encuentro en el bar de la puerta de al lado a un afilador afilando cuchillos. Los cuchillos del bar, supongo.
Y se me hace muy raro ver en una gran ciudad a una persona haciendo este tipo de trabajo. Un trabajo que yo, no se si os pasará a vosotros también, tengo relacionado con mi niñez en un pueblo, con un tiempo en el que la ropa se remendaba (zurcía decía mi madre), los paraguas se arreglaban y a los zapatos se les cosía, pegaba y clavaba para conseguir que las cosas duraran lo más posible y no hubiera que gastar más dinero de lo estrictamente necesario.
Ahora en esta cultura de comprar y tirar a veces me pregunto si no estamos educando a los niños para ser excesivamente superficiales pensando en que las cosas no valen nada y no cuesta nada conseguirlas y, como consecuencia, que a las personas tampoco.
miércoles, junio 04, 2008
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